UN ACCIDENTE NO SIEMPRE ES UN ACCIDENTE... Conducir alcoholizado...NO ES UN ACCIDENTE...Violar la prioridad de paso peatonal...NO ES UN ACCIDENTE...Superar la velocidad permitida... NO ES UN ACCIDENTE...Violar la luz roja.... NO ES UN ACCIDENTE...Burlar las leyes de tránsito...NO ES UN ACCIDENTE...Un accidente CASI NUNCA es un accidente...



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Nuestra Asociación tiene como objetivo realizar acciones con prácticas sustentables que reduzcan la inseguridad vial y las violencias conexas a ella. Queremos motivar la toma de conciencia ciudadana e impulsar una agenda de prioridades en los órganos de decisión pública.

sábado, 17 de octubre de 2015

LA SEGURIDAD VIAL EN NUEVA YORK ES UNA POLÍTICA PÚBLICA

LA EXPERIENCIA DE VIVIR EN NUEVA YORK CONTADA EN PRIMERA PERSONA POR UNA INTEGRANTE DE ACTIVVAS.



Viviendo en la Nueva York de la Visión Cero*

*Virginia Fineberg

A primera vista, y sobre todo cuando se visita como turista, Nueva York presenta una contradicción que salta a la vista: el ritmo frenético de la ciudad parece inversamente proporcional a la cadencia  mesurada del tránsito y al respeto del automovilista hacia el peatón. Pero esa realidad tiene infinitos matices.
Cada día, conductores, ciclistas y peatones conviven en las ajetreadas calles de Nueva York. En una ciudad de 8,3 millones de personas que comparten un espacio limitado, la infraestructura vial de la ciudad es esencial para que tanto los neoyorquinos como los turistas (54,3 millones en 2013)[1] puedan desplazarse a la escuela o al trabajo, hacer trámites, visitar las atracciones de la ciudad y llevar a cabo muchas otras actividades.
Por ser una de las ciudades más cosmopolitas del planeta, en Manhattan coexisten 130 nacionalidades. Y en los empleos menos calificados, como es el de chofer de taxi o conductor de vehículos utilitarios, predominan los asiáticos, latinos, caribeños, chinos, indios y ucranianos. A título de ejemplo, 51.398 hombres y mujeres (cifras de marzo de 2014)[2] poseen un permiso profesional para conducir taxis y son titulares del codiciado “medallón” que les autoriza a hacerlo. Este importante número, al que se suman los taxis verdes (que pueden llevar pasajeros a las demás comunas de la ciudad, Staten Island, Long Island, Queens y el Bronx) hace que resulte bastante fácil encontrar un taxi libre en la ciudad.
Capítulo aparte son las nuevas compañías como Uber, que están bajo la mira de las autoridades municipales porque ni sus vehículos ni sus conductores poseen medallones habilitantes y ha habido ya múltiples casos de abuso.
El problema se plantea cuando se considera que una mayoría abrumadora de conductores profesionales de vehículos de todo tipo pertenecen a esas y otras nacionalidades y han aprendido a conducir en sus países de origen, lo que dificulta considerablemente lograr un respeto universal del código de la ruta vigente en el estado de Nueva York.
A ello se añade el que el permiso de conducir es el único documento de identidad existente en los Estados Unidos, lo que da a esa pieza un valor muy superior al mero hecho de conducir y hay en circulación decenas de miles de permisos fraudulentos. Aunque el Department of Motor Vehicles (DMV) y los sindicatos de taxis verifican la validez de los permisos que se les presentan, no sucede lo mismo con una infinidad de empresas de fletes, que contratan sin comprobar si sus conductores poseen realmente un permiso válido.
De hecho, una experiencia interesante para todo extranjero radicado en los Estados Unidos es ir al Department of Motor Vehicles para pasar el examen teórico del permiso de conducir. Mientras que esa parte del proceso está centralizada las pruebas de conducción pueden hacerse en la comuna correspondiente. El examen puede rendirse en 13 idiomas, gracias a un sistema de opciones múltiples que permite completar una hoja que será corregida por una máquina. Eso, de por sí, da la pauta de la inmensa diversidad de conductores –y de estilos de conducir- que hay en la ciudad.
Quizá ese aspecto, y el número relativamente elevado de choques mortales y personas atropelladas en la vía pública en la ciudad de Nueva York, hayan sido algunas de las razones que llevaron al Alcalde Bill De Blasio a lanzar, en 2014, su Plan Vision Zero, con el objetivo explícito de reducir a cero el número de peatones y ciclistas heridos y muertos en hechos viales en la ciudad.
Las estadísticas, pasado un año del lanzamiento de Vision Zero, nos dicen lo siguiente: En 2014, hubo en Nueva York casi 55,000 personas heridas y 286 muertos en hechos viales, casi tantos como las víctimas de armas de fuego (333).  La mayoría de ellas (176) eran peatones, en su mayoría niños y personas de edad avanzada.[3]
Al 31/08/2015, según cifras provisionales de NYCVZV[4] 161 personas fueron atropelladas y murieron como consecuencia de ello en los cinco distritos que componen Nueva York. Ello marca una importante disminución con respecto al año anterior[5], lo que puede atribuirse no sólo a las medidas establecidas por Vision Zero, sino también a una vasta campaña de sensibilización, en forma de carteles y avisos televisivos, llevada a cabo por las autoridades.
Pero, más allá de las cifras, cabe preguntarse las razones por las que en una ciudad tan cosmopolita y dinámica hay relativamente pocas muertes de tránsito, aunque como bien dijo el ex Alcalde Michael Bloomberg, “una sola persona es ya demasiado”.
En líneas generales, el norteamericano procede de una cultura de responsabilidad individual y conciencia de la importancia de una buena convivencia ciudadana. El hecho de que una gran mayoría de los conductores responsables de accidentes graves de peatones y ciclistas en Nueva York sean extranjeros tendería a confirmar que el automovilista tipo procura aplicar dichas reglas y no conduce con violencia.
Otro factor que disminuye el número de hechos viales es la disciplina que se observa entre los peatones. Desde pequeños, los norteamericanos aprenden a respetar el semáforo y a cruzar únicamente con luz verde para ellos. Estos hábitos de civilidad, que la población conserva y aplica en su mayoría a lo largo de la vida, contribuyen a reducir las probabilidades de ser arrollado por un vehículo.
El problema lo plantea el conductor que conduce bajo la influencia de drogas o de alcohol y que, aunque constituya un porcentaje ínfimo del total, es el que provoca hechos de tránsito graves como los que, a pesar de todo, siguen produciéndose en la ciudad.
Otro problema es que muchas personas de edad continúan conduciendo. Por ser un país en el que predominan ciudades pequeñas rodeadas de grandes suburbios, el uso del automóvil es indispensable para la autonomía y el funcionamiento cotidianos. Ello hace que personas de hasta más de 90 años sigan conduciendo, aun cuando es evidente que ya no están en condiciones de hacerlo. Ninguna disposición obliga a los ancianos, como sucede en Europa, a pasar un examen anual para verificar que conservan la aptitud necesaria para conducir.
Un tercer problema que está cobrando proporciones alarmantes es el número de personas, lamentablemente en general jóvenes, que manejan mientras hablan por teléfono, envían y reciben mensajes de texto y consultan sus cuentas de Twitter y Facebook. Una proporción cada vez mayor de choques y atropellamientos se debe al comportamiento irresponsable del conductor, distraído y a veces perturbado emocionalmente –con la consiguiente disminución de la atención activa y latente, necesarias para conducir de manera responsable- por el mensaje recibido o la conversación que está manteniendo.
En cambio, resulta interesante también que, en un país en el que la violencia provocada por las armas de fuego está adquiriendo proporciones epidémicas, a la hora de conducir primen la mesura y la consideración por el peatón.
Tampoco se da en los Estados Unidos un fenómeno bastante común en el Reino Unido, el del “roadrage”, es decir, la furia del conductor. No es excepcional que un conductor, presa de un ataque de furia incontrolable en un gran atasco de tránsito o al ser molestado por otro conductor que se le cruza súbitamente, se baje del automóvil y hiera o incluso mate al perturbador.
En todo caso, no se observa en Nueva York y aún menos en el resto de los Estados Unidos el tipo de violencia vial sistemática que todavía se observa en América Latina. La región registra todavía más de 130.000 muertos por año y 6 millones de heridos anuales, víctimas de atropellamientos y choques.

Virginia Fineberg
Nueva York, 15/10/2015



[1]http://www.nycgo.com/articles/nyc-statistics-page
[2] New York City Taxi and Limousine Commission (TLC).
[3]http://www.decidenyc.com/transportation-road-safety/
[4]http://www.nycvzv.info
[5] http://dmv.ny.gov/about-dmv/archives-statistical-summaries