Es
viernes por la noche en el centro de la Ciudad de México. Las calles están
atestadas de automóviles. La gente se relaja tras finalizar la semana laboral.
Pero para la policía, en cambio, es un momento de gran actividad. Dos agentes
indican al conductor de una camioneta interceptada a gran velocidad que se
ponga al costado del camino. El hombre casi se sube a la vereda y se tambalea
al descender del vehículo, con claros signos de ebriedad en la cara. Los
detectores de alcoholemia de la Brigada de Seguridad Vial, en el DF, funcionan
casi sin interrupción.
Aunque la
Brigada de control de alcoholemia funciona desde hace ya nueve años, el público
no parece conducir más responsablemente. Aunque raramente aparece en los
titulares de los diarios, más mexicanos han muerto en las rutas del país que en
las violentas guerras del narcotráfico. Desde 2006 han muerto anualmente en
promedio unas 16.700 personas en hechos viales. Estas estadísticas colocan a
México entre los 10 países más peligrosos del mundo en circulación vehicular:
ocupa el segundo lugar en muertes viales en América Latina, detrás de...la
Argentina. Por supuesto, esta comparación vale en cifras relativas no en valores absolutos. (La Argentina tuvo aproximadamente 5.200 victimas viales en 2011, de acuerdo al centro estadístico del Observatorio Vial de la ANSV).
¿Cómo
puede ser, entonces, que en un país con una red de caminos relativamente
desarrollada y una plétora de legislación sobre seguridad vial tanta gente
maneje borracha? El coordinador nacional de seguridad vial de la OMS en México
lo adjudica a que no hay un señalamiento social del conductor ebrio, quien no
se avergüenza al ser interceptado conduciendo bajo los efectos del alcohol.
Según la
policía caminera, otro problema es que muy excepcionalmente esos conductores
reciben algún tipo de sanción efectiva, lo que les incita a seguir conduciendo
borrachos con total impunidad. México cuenta con los recursos necesarios. Por
ejemplo, el DF tiene la mayor cantidad de puentes peatonales del mundo. Pero la
gente no los utiliza, lo que hace que un 50 por ciento de las muertes viales
sean de peatones.
Tampoco
carece México de legislación sobre seguridad vial. Hay una gran cantidad de
leyes a nivel nacional que prohíben, por ejemplo, la utilización de teléfonos
celulares al conducir y requiere la utilización de cinturones de seguridad.
Pero la gente, lisa y llanamente, ignora las reglas, raramente aplicadas por
otra parte por la policía o la gendarmería vial.
A esto se
añade la migración de las zonas rurales, gente que no está acostumbrada a
conducir en zonas densamente pobladas. Según las estadísticas, no hay un nexo
entre el nivel de alfabetización y la pericia en la conducción. De hecho, la
gente con mayor nivel de educación tiende a conducir más agresivamente.
Pero no
todo son malas noticias. En los últimos dos años México ha registrado una
mejora en la seguridad vial, debido a la importancia que empiezan a conferir
los poderes públicos a este flagelo. El número de muertes se ha estabilizado,
en parte porque las autoridades federales y estatales mancomunan esfuerzos para
encarar el problema.
La
utilización creciente en el DF de los alcoholímetros contribuye a acrecentar
los controles. Poco a poco, el programa afianza la idea de que conducir en
estado de ebriedad es un crimen y que los culpables serán duramente
sancionados. Según cifras de la Secretaría de Seguridad Pública del
DF desde el lanzamiento del programa, en 2003, la presencia de
alcoholímetros disminuyó los hechos viales en un 30% Se observa que la
mayoría de la gente no conduce ya por encima del límite de velocidad prescrito.
Pero la
conducción temeraria sigue cobrando miles de vidas anualmente, con lo que la
batalla dista mucho de haber sido ganada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario