Aquí la nota, por si no pueden entrar al enlace:
La
rebelión de las víctimas que no cesa.
Ema Cibotti
Presidenta de ACTIVVAS, Asociación civil
contra la violencia vial.
El 28 de febrero de
2013 publiqué en este diario y bajo el mismo título una columna de opinión
sobre nuestros duelos públicos después de la muerte inesperada y violenta de
nuestros seres amados. Entonces identificaba: “víctimas que reclaman, espetan,
intervienen, contestan, y sobre todo y cada vez más y mejor, exigen rendición
de cuentas”. Hoy reconfirmo que
esta voluntad de los deudos se ha transformado en un activismo cívico que no
para de crecer porque la inseguridad no cede y suma víctimas de crímenes
aberrantes mientras los controles de policía y la administración de justicia
funcionan muy mal y en todas las jurisdicciones aunque en cada una tengan
vicios específicos.
No nos acostumbramos. Enfrentamos los discursos que han pretendido
anestesiarnos. Impactados pulseamos con la voz que tomó como bandera: “la inseguridad
es una sensación”. Un retórica vaciada de todo sentido común y estigmatizadora
de la pobreza pero bien disfrazada de progresía. Enloquecedora. Tanto como lo
fueron las voces dilectas de las plumas que esgrimían como un estribillo: “no
tengo confianza en la justicia argentina”. Esa frase la leí muchas veces nada
menos que en los blogs de los pensadores del Derecho desde los inicios de esta
segunda década del siglo. Era, es, una muestra evidente de que el sistema
estaba haciendo implosión. Y lo decían mientras nos señalaban con el dedo
admonitor, acusándonos de exigir “mano
dura”. Pero no nos arredramos, ni nos acostumbramos ante semejante
manifestación de cinismo al descubierto.
Sufrimos la violencia inesperada en carne viva y el trauma nos lastima
y sigue adentro alojado, por eso no nos acostumbramos.
Conocemos los rostros de jueces y de fiscales y de secretarios, claro
que sí, imposible no hacerlo si son miles las horas empeñadas en acompañarnos
los unos a los otros, para que nos atiendan, para empujar las causas, para
mendigar justicia, para entender los fallos, donde casi siempre las víctimas
están ausentes, y no por muertas sino por ignoradas.
Tampoco nos acostumbramos a la retórica jurídica sobre las supuestas buenas
intenciones de los encausados, ¿acaso de buenas intenciones no está empedrado
el camino del infierno?
Empezamos a exigir rendición de cuentas a los administradores de
justicia, y todavía podemos demostrar que somos una sociedad más vital que el
Estado y sus instituciones. Pero no estamos en el siglo XX para celebrarlo. En el
siglo XXI no sobreviviremos con un Estado bobo, y menos aún si seguimos en
deuda con los nuestros, porque la anomia no cesa, el imperio de la Ley no nos
sujeta, hemos cruzado el umbral de la barbarie. Por muy doloroso que todo esto
sea, no bajemos los brazos, no nos acostumbremos.
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