Agradecemos a Virginia Fineberg, nuestra socia activa, la elaboración de esta esclarecedora nota.
Arriba en la foto Ayalla Ruvio, de Temple University, autora del estudio.
Síndrome de la ira al volante: la racionalidad
transformada en furia progresiva en el conductor
En un
reciente viaje a Buenos Aires tuve una experiencia interesante: estaba cruzando
la Avenida Santa Fe a la altura de Humboldt, en Palermo, por supuesto con luz
verde para mí. En ese punto, cuando Santa Fe llega a Juan B. Justo, la avenida
es muy ancha, por lo que incluso con mi luz debí apurar el paso. Súbitamente,
un muchacho en una moto dobló a la izquierda desde Humboldt (como hacía el
resto del tráfico) a gran velocidad. Cuando le hice señas de que tuviera
cuidado con los numerosos peatones que estábamos cruzando, con un claro gesto
de ira, me dijo al pasarme rozando: “Salí, boluda”. Pude verle la cara y oírlo
claramente porque no tenía puesto el casco que, supongo, es obligatorio, como
en todas partes.
Y me quedé
reflexionando. ¿Por qué mecanismo extraño el peatón en Buenos Aires es un
“boludo”? ¿Qué pasa en la Argentina, que el motorizado se siente en cierto
sentido superior, molesto por la presencia del peatón y, sobre todo, tiene una
actitud tan agresiva? La impresión constante del visitante a la ciudad es que
el tránsito es un monstruo descontrolado e irascible, un peligro constante,
probablemente el mayor que enfrentan tanto el habitante como el turista.
Sobre esa
base, hice una pequeña investigación del denominado “Síndrome de la ira al
volante”. Y eso me llevó a un trabajo de Ayalla Ruvio, profesora e
investigadora en Temple University, en Filadelfia (Estados Unidos), quien publicó
en 2011 un interesante estudio: “Aggressive Driving: A Comsumption Experience”
(La conducción agresiva: una experiencia
de consumo).
El artículo de Ruvio, publicado en línea en el Journal
of Psychology & Marketing, adopta una perspectiva de comportamiento del
consumidor en relación con este fenómeno e incluye dos estudios realizados en
Israel. El primero de ellos tuvo un enfoque global y examinó la influencia de
los factores mencionados en 134 personas de una edad promedio de 23,5 años. El
segundo estudio, realizado sobre 298 personas, partió del primero y añadió los
factores de la atracción por el riesgo, la impulsividad, la conducción como una
actividad de placer y las percepciones personales sobre la presión del tiempo
Se trata
del primer estudio abarcador sobre las formas en que la personalidad, la
actitud y los valores de cada individuo contribuyen a un comportamiento
agresivo al volante. La conducción es uno de los comportamientos de consumo más
comunes y la actitud agresiva al volante es responsable anualmente en los
Estados Unidos de una tercera parte de los hechos de tránsito en general y las
dos terceras partes de los hechos con muerte de persona.
Según Ruvio,
“el estudio explica gran parte de un fenómeno cuya existencia conocíamos. Por
ejemplo, sabemos que los hombres tienden a ser más agresivos al volante y, más
que las mujeres, consideran a su vehículo una extensión de sí mismos.”
Así, la
percepción del automóvil como una extensión de la personalidad “lleva a un
comportamiento agresivo al volante, en lugar de a una conducción más prudente”,
expresa parte del informe, añadiendo que “las personas suelen ver al auto y al
espacio vial que ocupan como ‘su’ territorio y tratarán de defenderlo como sea
necesario”. Los autores del estudio asocian la ira al volante con el deseo de
una sociedad consumista, donde se quiere poseer todo lo que se ambiciona,
incluso en un contexto de circulación urbana.
La investigación determinó asimismo que las personas
con tendencias compulsivas son más propensas a manejar de manera agresiva, sin
considerar las consecuencias. Dentro de esa categoría sobresalen los
conductores jóvenes. Al estar en una etapa de formación de su identidad y de
inseguridad personal tienden a ser más temerarios, confían demasiado en sus capacidades
y subestiman los riesgos que implica conducir de manera imprudente,
confundiéndolo con habilidad.
También, las personas competitivas y propensas a
considerarse de un estatus “superior” tienden a manifestar un nivel de enojo
elevado al volante. Para ellas, el escenario vial se convierte en una manera de
medirse con contendientes aleatorios.
Otro rasgo de personalidad asociado
a la ira del conductor está relacionado con las personas narcisistas quienes,
por sentirse superiores a los demás, piensan que la ley debe ser más flexible
con ellas. Además, no toleran los errores de otros ni son capaces de reconocer
sus propias maniobras irresponsables. Pueden llegar incluso a convertirse en
seres casi irracionales.
El estudio
llegó a las siguientes conclusiones:
·
Las
personas que perciben a su vehículo como un reflejo de la propia identidad
tienen mayores probabilidades de comportarse agresivamente al volante y de
infringir la ley.
·
Las
personas con tendencias compulsivas tienen mayores probabilidades de conducir
con agresividad, sin tener en cuenta las posibles consecuencias de sus actos.
·
El aumento
del materialismo, o de la importancia de las posesiones personales, está
vinculado a una tendencia a conducir más agresivamente.
·
Los
jóvenes que están en los estadios tempranos de formación de la propia identidad
pueden sentir la necesidad de exhibirse con su auto y demostrar que conducen mejor
que sus pares. Tienden también a confiar excesivamente en sus capacidades y a subestimar
los riesgos de conducir con imprudencia.
·
Las
personas que admiten ser agresivas al volante también confiesan que infringen
la ley con mayor frecuencia.
·
La
sensación de estar “apurado” contribuye a la agresión al volante.
Para el equipo investigador, las
repercusiones de este estudio son perceptibles en numerosos contextos
culturales, debido al fuerte vínculo entre el automóvil y la identidad de su
conductor.
Propongo entonces estas
reflexiones como un elemento más en la educación del conductor, tan necesaria
en el contexto vial argentino.
Virginia Fineberg
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