La velocidad de los vehículos motores conducidos por negligentes o imprudentes, está presente en Buenos Aires desde los comienzos de la era del automóvil. Estamos hablando de la década del ´20. Por ejemplo, perder el control del vehículol chocar subir a la
vereda rompiendo puertas o vidrieras forma parte de una crónica reiterada en
los años 30. Los fotógrafos de prensa tenían su espacio gráfico ganado, pero
rara vez se reportaban lesionados. Y esto es cierto porque las velocidades eran
menores, mucho menores a las actuales. Aun
así, Buenos Aires lucía peligrosa. Una ciudad alegre pero con un tráfico endiablado
según consignó Philip Guedalla en su libro “Argentina tango” de 1933. Impresionado
por la velocidad de la circulación escribió: “el automovilismo argentino no
vale nada si no es fogoso”.
Sin embargo, por entonces la cuestión preocupaba
muy poco. Y no porque no se registraran públicamente las víctimas. De hecho el
diario “El Mundo” lo hizo con frecuencia en los años 30, con la nómina de
hospitalizados o muertos en tránsito. El problema es que las autoridades ponían
su atención sancionatoria casi exclusivamente sobre la imprudencia peatonal. Ya
en esos años la prioridad era el flujo de tráfico motor. En la calle no había
que obstaculizar la velocidad de los vehículos particulares. Esta política de
transporte se había impuesto alrededor de todo el mundo.
El sociólogo Andrés Kilstein en un interesante
artículo ha analizado cómo, a partir de 1910, la proliferación de los
automóviles en las ciudades norteamericanas agredió la circulación peatonal: “El término
despectivo jaywalker (el peatón que cruza mal la calle) fue una herramienta
para forjar esta nueva legitimidad” (http://panamarevista.com/que-es-el-jaywalking/).
En ese
contexto, resultó lógico multar a los peatones. Y así lo hizo la ciudad de
Nueva York en la década del 20. La iniciativa se replicó en otras partes del
mundo y a la ciudad de Buenos Aires llegó una década después. El supuesto era
siempre el mismo. En 1936 una ordenanza municipal multaba el cruce prohibido,
entendamos, el cruce del peatón por la mitad de la calle en lugar de hacerlo
por la esquina. Pero nada se decía de los sobrepasos vehiculares en las intersecciones. La tentación de culpar a la víctima
atropellada estaba enunciada de hecho. Morir así en la acera o incluso sobre la
vereda era considerada una fatalidad, un mero accidente.
Pero la iniciativa cayó en desuso. Cruzar en las intersecciones realmente no era seguro en una época en la que no había ni siquiera senda, ni otros resguardos protectores.
Esta foto fue usada en 1936 para ejemplificar el cruce peligroso de un peatón. Es una lástima que la foto cuyo original está en AGN haya sido revelada al revés.
Para ampliar:
http://www.infobae.com/opinion/2017/06/09/la-movilidad-segura-es-un-derecho-de-todos/