UN ACCIDENTE NO SIEMPRE ES UN ACCIDENTE... Conducir alcoholizado...NO ES UN ACCIDENTE...Violar la prioridad de paso peatonal...NO ES UN ACCIDENTE...Superar la velocidad permitida... NO ES UN ACCIDENTE...Violar la luz roja.... NO ES UN ACCIDENTE...Burlar las leyes de tránsito...NO ES UN ACCIDENTE...Un accidente CASI NUNCA es un accidente...



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lunes, 24 de octubre de 2016

LA REBELIÓN DE LAS VÍCTIMAS NO CESA

MI NOTA EN CLARÍN 24 DE OCTUBRE DE 2016


Aquí la nota, por si no pueden entrar al enlace:



La rebelión de las víctimas que no cesa.
Ema Cibotti
Presidenta de ACTIVVAS, Asociación civil contra la violencia vial.

El 28 de febrero de 2013 publiqué en este diario y bajo el mismo título una columna de opinión sobre nuestros duelos públicos después de la muerte inesperada y violenta de nuestros seres amados. Entonces identificaba: “víctimas que reclaman, espetan, intervienen, contestan, y sobre todo y cada vez más y mejor, exigen rendición de cuentas”. Hoy reconfirmo que esta voluntad de los deudos se ha transformado en un activismo cívico que no para de crecer porque la inseguridad no cede y suma víctimas de crímenes aberrantes mientras los controles de policía y la administración de justicia funcionan muy mal y en todas las jurisdicciones aunque en cada una tengan vicios específicos.
No nos acostumbramos. Enfrentamos los discursos que han pretendido anestesiarnos. Impactados pulseamos con la voz que tomó como bandera: “la inseguridad es una sensación”. Un retórica vaciada de todo sentido común y estigmatizadora de la pobreza pero bien disfrazada de progresía. Enloquecedora. Tanto como lo fueron las voces dilectas de las plumas que esgrimían como un estribillo: “no tengo confianza en la justicia argentina”. Esa frase la leí muchas veces nada menos que en los blogs de los pensadores del Derecho desde los inicios de esta segunda década del siglo. Era, es, una muestra evidente de que el sistema estaba haciendo implosión. Y lo decían mientras nos señalaban con el dedo admonitor, acusándonos de  exigir “mano dura”. Pero no nos arredramos, ni nos acostumbramos ante semejante manifestación de cinismo al descubierto.
Sufrimos la violencia inesperada en carne viva y el trauma nos lastima y sigue adentro alojado, por eso no nos acostumbramos.
Conocemos los rostros de jueces y de fiscales y de secretarios, claro que sí, imposible no hacerlo si son miles las horas empeñadas en acompañarnos los unos a los otros, para que nos atiendan, para empujar las causas, para mendigar justicia, para entender los fallos, donde casi siempre las víctimas están ausentes, y no por muertas sino por ignoradas.
Tampoco nos acostumbramos a la retórica jurídica sobre las supuestas buenas intenciones de los encausados, ¿acaso de buenas intenciones no está empedrado el camino del infierno?
Empezamos a exigir rendición de cuentas a los administradores de justicia, y todavía podemos demostrar que somos una sociedad más vital que el Estado y sus instituciones. Pero no estamos en el siglo XX para celebrarlo. En el siglo XXI no sobreviviremos con un Estado bobo, y menos aún si seguimos en deuda con los nuestros, porque la anomia no cesa, el imperio de la Ley no nos sujeta, hemos cruzado el umbral de la barbarie. Por muy doloroso que todo esto sea, no bajemos los brazos, no nos acostumbremos. 

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