Muertes
a repetición en las calles de Buenos Aires, todas violentas y evitables, y sin
embargo, no cesan. Hay causas, claro, y han sido señaladas. Veamos las que
involucran a los choferes de transporte.
-Uno de
cada tres colectivos cruza con el semáforo rojo. Las multas las pagan las
empresas de colectivos y los choferes ni siquiera reciben sanciones de la
Comisión Nacional de Regulación del Transporte.
-La
mayoría de los atropellamientos de peatones se debe a que los choferes profesionales
no respetan la prioridad peatonal. Pero no se conoce ningún caso de un
chofer que haya cumplido una condena de prisión efectiva por haber matado a un/a
peatón/a. NINGÚN CASO DE CONDENA EFECTIVA.
Cualquiera
sabe porque lo puede experimentar en carne propia que la condición peatonal es
la más vulnerable en la vía pública. Pero en la Argentina no, y menos si quien
atropella y mata es un chofer profesional, allí el privilegio en beneficio del
conductor es total. Solo cuando se trata de conductores particulares se
sustancia el proceso judicial y aún cuando, rara vez se condena al homicida a prisión efectiva se produce la consecuente quita del carnet de conductor, cosa
que no sucede con los choferes de transporte.
Las víctimas por atropellamiento de colectivos no
cesan de aumentar: 12 en 2009, 29 en 2010, y hasta Agosto de 2011 ya se
contabilizan 16 víctimas fatales.
Mientras en el Fuero
Penal las sanciones son muy bajas y de cumplimiento dudoso, el Fuero Civil
avanza en la misma dirección. Por un lado en los casos de lesiones culposas, si
el peatón atropellado actuó según el juez con descuido, se reduce su
indemnización, a esto se denomina culpa concurrente. Pero además, esto es
posible porque en la Argentina no hay una definición clara sobre el valor Vida. Todo depende de la Sala de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil. Cada sala lo establece, así por daño moral
un tribunal puede imponer, 20.000 pesos y otro, 100.000 pesos. Todas cifras
escandalosamente modestas frente a los montos que se imponen en los países
vecinos, pues en Chile y en Uruguay, comúnmente superan los 100.000 dólares.
En la Argentina, la vida no vale nada.
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