Morir atropellado...sobre la vereda

Una de las expresiones más brutales y descontroladas de la violencia vial en la Argentina se ejerce sobre peatones, absolutamente inermes, que mueren aplastados sobre la vereda, mientras esperan un transporte público, caminan, conversan con amigos, o simplemente juegan, porque son niños. Los conductores que manejan a altísima velocidad son los causantes de estas muertes que nunca pueden –aunque lo intenten- adjudicar a la distracción del peatón víctima.

No hay estadísticas, pero la lista conocida es larga. Mi registro, personal, arranca en 1994. Una mañana de enero, Marta, la única hija del escritor Adolfo Bioy Casares, murió aplastada por un auto, cuando caminaba por la vereda impar de Avenida Las Heras en la ciudad de Buenos Aires. La impresión que sentí no se me ha borrado, solo que con los años, aprendí con máximo dolor lo que significa la muerte de un hijo. Mi hijo Manuel, fue atropellado en la vereda del Monumento de los Españoles.

Lo he dicho y repetido muchas veces en los medios. Enseñamos a nuestros hijos a cruzar con cuidado, calles y avenidas, a mirar hacia los dos lados, no importa el sentido del tránsito, pero no podemos imaginar jamás que nuestras advertencias no alcancen para protegerlos, pues un conductor criminal les arrebatará la vida, en el lugar más seguro que tiene la calle: la vereda, la calzada, el umbral de la casa.

Y volvió a pasar…una vez más,ayer. Belén de 9 años y Lucas de 5 años, jugaban en la puerta de su hogar en el partido de Esteban Echeverría. El conductor los aplastó antes de terminar incrustado contra un árbol y una pared.

Qué pasa con la sanción judicial. Hasta ahora no conozco uno solo de estos homicidios viales con aplicación de pena efectiva, y la ley lo permite.

Sin justicia, no hay ni habrá prevención vial sustentable.

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